“Después de una carrera como piloto/ingeniero de helicóptero, Daniel Laskarin giró hacia las artes visuales, un ámbito con tanto peligro, aunque diferente, como el anterior. Su práctica se basa en el objeto, material y filosóficamente enraizado; gran parte de su trabajo investiga las formas en que el arte puede proporcionar experiencia sensorial a la conciencia, creando un puente entre la sustancia y la inefabilidad. Entendiendo que el «campo expandido» ha explotado por completo, su trabajo hace cosas que se mantienen juntas, que encuentran su propio orden en un estado de desorden, y que al mismo tiempo rechazan aquello que ordena todo. Entre los medios que utiliza se encuentran la fotografía y el vídeo, la óptica, sistemas de robótica, la instalación y el sonido. Ha trabajado en diseño de escenografía, proyecciones en espacios públicos, y encargos públicos de gran escala en Vancouver y Seattle. Ha expuesto en Canadá e internacionalmente, y es profesor en el Departamento de Artes Visuales de la Universidad de Victoria en el oeste de Canadá».
«Song for my father (Canción para mi padre) reúne dos videos en bucle bajo una sola pista de sonido. El sonido, una lenta inhalación y exhalación, es generado por el acordeón silenciado que toco en uno de los dos videos; el sonido es como el de la respiración. Se sincronizó con las oscilaciones del puente en el segundo video –metraje del puente Tacoma Narrows, momentos antes de su colapso en 1940-.
Este proyecto comenzó con esa película del puente Tacoma Narrows: el metraje de unos segundos antes de su caída catastrófica se amplió en un video sin fin. El trabajo tomó ese breve momento y lo estiró, de modo que su tiempo pudiera extenderse un poco para permitirnos sumergirnos en su duración. La segunda parte de este proyecto surgió de una pieza de performance en la que tocaba el acordeón silenciado durante un período de cinco horas en honor a la vida y muerte de mi padre, acaecida varios años atrás. El video de esta interpretación fue extraído de una segunda puesta en escena de la performance original, y también fue ampliado en un bucle sin fin.
Juntos, los dos bucles de vídeo ofrecen un momento, un evento singular, extendido sin fin. El momento se suspende justo antes de la catástrofe: la caída del puente, el cese de la respiración de mi padre. Es el momento en que todas las cosas –al borde de un final, al límite de un giro hacia una existencia diferente- son puestas en cuestión, o se convierten en posibles. Los videos, proyectados a una escala muy pequeña, siendo su hardware de soporte casi más visible que las imágenes, son íntimos; el sonido llena el espacio, creando un puente que cruza la distancia entre las imágenes, manteniéndolas en suspensión, fijándolas al espacio y al tiempo durante el mayor tiempo posible.
El trabajo honra a mi padre, que murió hace años, que sufrió numerosos problemas de salud, y cuya propia respiración a menudo parecía estar enfrentándose a un fin inmanente. Por fin lo hizo, por supuesto, pero hubo algo enormemente importante entre nosotros justo antes de su muerte. En ese sentido la obra celebra su vida, su aliento, y los acontecimientos anteriores a su fin».
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